El fútbol italiano ha sido y es, tradicionalmente, considerado uno de los más defensivos y poco estéticos que se pudieron ver a lo largo de la historia. La idiosincrasia de juego de su liga y de su selección nacional fue muchas veces cuestionada por algunos de los promotores del fútbol ofensivo y vistoso ya desde los primeros años del siglo pasado. Sin embargo, a finales de la década de 1980 el entrenador Arrigo Sacchi llegó al Milan para romper los esquemas tradicionales del Calcio y formar un equipo Inmortal.
Antes de estos tiempos dorados, el elenco Diavolo atravesó una de sus peores épocas. Los casos de corrupción adjudicados y dos descensos a la Serie B de Italia, la segunda categoría de ese país, mancharon la gloriosa historia del Milan. No obstante, la llegada de Silvio Berlusconi a la presidencia en lugar de Giuseppe Farina significó la inyección económica que una de las escuadras más poderosas del mundo necesitaba para poder resurgir de las cenizas. Con él llegó la reestructuración del plantel profesional (arribaron Roberto Donadoni, Daniele Massaro, Giuseppe Galderisi y Giovanni Galli, entre otros) y el regreso a las competiciones internacionales.
Eventualmente, el conjunto milanés comenzó su etapa más recordada y fructífera. Mantener la posesión de la pelota y llevar en todo momento la iniciativa de ataque eran las premisas de este poderoso conjunto, que contaba con tres holandeses que llevaban el legado del Fútbol Total de Johan Cruyff: Frank Rijkaard, que se movía hábilmente como primer marcador central, y Marco Van Basten y Ruud Gullit, garantía en el ataque de ese Milan que consiguió conquistar Europa en 1989 y 1990.
Van Basten era el matador del área que el Milan precisaba. Sus movimientos eran quizás lentos pero su agilidad mental y su potencia y frialdad en el momento de la definición. Por lo general se acercaba al área contraria por el centro del campo, pero su talento le permitía adentrarse por las bandas. En tanto, el Tulipán Negro empleaba al máximo su velocidad para desbordar las bandas y su cabeceo en las pelotas paradas, siendo casi imposible de detener para los adversarios.
Pero el cuadro de Arrigo Sacchi no dependía exclusivamente del tridente neerlandés. Franco Baresi era la voz del director técnico dentro del campo de juego, el líder, debido a que siempre indicaba a sus compañeros las jugadas necesarias y más convenientes durante el desarrollo de los partidos. Defensor elegante a la hora de distribuir y certero en la recuperación, con toda su experiencia y jerarquía fue capaz de comandar al Milan a lo más alto. Sin embargo, no se llevó todas las luces porque también era acompañado por el joven Paolo Maldini, quien ya estaba asentado como titular y era sinónimo de proyección, disciplina, potencia y seguridad por el extremo derecho.
A partir de estos dos hombres, el Milan implementaba una presión extrema en cada zona de la cancha con el fin de que ninguno de sus jugadores estuviera demasiado alejado de la pelota. De esta manera, el conjunto Rossonero siempre amenazaba con recuperar la tenencia y una vez que lo hacía (casi siempre) llevaba ataque sus ofensivas mortíferas.
Pero al igual que todo engranaje perfecto, el Milan de Sacchi no dependía únicamente de las figuras mencionadas anteriormente. Donadoni, Carlo Ancelotti, Alberigo Evani fueron los responsables de la recuperación total en el mediocampo, cortando de raíz los avances adversarios. A su vez, Angelo Colombo se posicionaba delante de la zaga central para colaborar con Baresi y Rijkaard, retrasándose y también presionando hacia adelante. Además, en el carril opuesto al de Maldini Mauro Tassotti era el encargado de desnivelar para acompañar en la creación de fútbol a Donadoni y a Gullit ocasionalmente.
Un Scudetto de Primera División, dos Copas de Campeones de Europa, la misma cantidad de Intercontinentales y de Supercopas de Europa y una Supercopa de Italia fueron los laudos de Arrigo Sacchi en su estadía en Milan. Los trofeos quedaron en las vitrinas pero la espectacularidad del fútbol demostrado por ese equipo seguramente quedó grabado en la mente de los tifosi.