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jueves, 9 de febrero de 2012

Lobo Carrasco, CLASE Y BALÓN

Durante años, este símbolo del barcelonismo fue la prueba ambulante de cómo el balompié puede ser sobre todo espectáculo.

Como jugador deleitó en el F. C. Barcelona a lo largo de una década con sus regates, su enorme capacidad para el desborde y su velocidad.  Al lado de figuras de la talla de Maradona, Schuster, Migueli, Rexach, Neeskens, Simonsen o Quini logró una Liga, tres Recopas y otras tantas Copas del rey. Con la selección también hizo historia. Disputó 35 partidos y fue parte importante de la España subcampeona de Europa en 1984. En Francia, en las filas del F. C. Sochaux, ofreció los últimos chispazos en un terreno de juego.
Pero Carrasco ama el balón de una forma febril. Por eso, despojado de su condición de futbolista, se agarró a lo que estaba más cerca de la raya del campo: el banquillo y la tribuna de prensa.


Con sólo 16, abandonó su casa y se marchó, sin su familia, a la Ciudad Condal. Incorporandose al juvenil del Barça. Solo aguanto una noche el joven Lobo. La primera noche la pasó en un hostal del barrio chino. Lo que vio allí le dejó traumatizado y quiso marcharse al momento. Rodolfo Peris, por aquel momento delegado del club catalán, instaló a Carrasco en unas literas del Camp Nou.


Dos años después, Núñez llegó a la presidencia del Barça. Lobo le contó al nuevo presidente su experiencia. Eso fue clave para que la creación de La Masía. Como dice lobo "Podemos decir que Núñez fue el ideólogo y yo el culpable".


La antigua Masía se utilizó así para crear un centro de manutención para aquellos canteranos que vivían en diferentes hoteles y hostales de Barcelona. Este cambio aporto familiaridad y cercanía, que no había sido conocida antes.